jueves, diciembre 10, 2009

MALAGONIKUS DAYS




SESSION DICIEMBRE, YA ESTA EN EL BARRIO.....
ORQUESTA DEE JAY//2009 BAJAR TEMA


DADA
"Dadá es la base primaria de todo arte. Dadá es partidario del sinsentido del arte, cosa que no significa no-sentido. Dadá carece de sentido como la naturaleza. El burgués consideraba el dadaísta como un libertino, un vulgar revolucionario, un asiático perverso, depravado, que odia las campanas, sus cajas fuertes y su honor. El dadaísta ha inventado juegos para privar al burgués del sueño del justo. Ha conseguido infiltrar en la persona falsos rumores. El dadaísta ha hecho sentir al burgués un temblor lejano, pero vigoroso, de modo que sus campanas han empezado a bordonear, sus cajas fuertes a fruncir la nariz y el burgués normalmente constituido, dispone de tanta fantasía como un gusano de tierra, y en lugar de corazón tiene inmenso juanete, que le duele cuando el barómetro, es decir, la bolsa, va a la baja"

Hans Arp, 1922.
En un periodo de frenética imaginación creativa -los primeros veinte años del siglo XX- nace, concretamente, entre 1915 y 1917, el movimiento dadaísta. Tanto el futurismo como el expresionismo, el surrealismo y las otras tendencias de nuestro siglo representan, más que una actitud deliberada, la expresión de una forma particular del ser, de reaccionar frente la experiencia vital. Entre estos movimientos el dadaísmo es el que reacciona de manera más violenta y extremista, cuestionando todos los valores estéticos y éticos tradicionales que, según los criterios de sus militantes, habían llevado a la civilización occidental a la barbarie y al horror de la primera guerra mundial.

En su voluntad revisionista y desmitificadora, empieza dudando de la utilidad del arte y, antes que nada, de su valoración material. "El arte es más caro que la longaniza, más caro que las mujeres, más caro que todo. El arte es visible como dios. El arte es un producto farmacéutico para imbéciles...".

Los dadaístas consideraban el arte como el sostén de una sociedad burguesa lanzada al fracaso y le daban la culpa de no haberla dirigido a mejor fin. Es fácil suponer la repercusión de estas afirmaciones en una sociedad que, heredera de los conceptos románticos, consideraba el artista como un ser singular, privilegiado y dotado de facultades poco comunes. Para el dadaísmo, el artista era un hombre sin ningún tipo de aptitudes especiales y era necesario considerarlo como tal. Duchamp propuso utilizar a Rembrandt como mesa para planchar y dibujó unos bigotes sobre una reproducción de La Gioconda como símbolo de la ruptura con un arte que no era expresión de las auténticas preocupaciones humanas.
Asimismo, pero, se esforzó en elevar a la dignidad de arte los objetos simples y cotidianos, los famosos ready-made (productos manufacturados), como prueba que el arte era, sobretodo, una actitud mental que residía en el espectador y que, mediante la representación de estos objetos en una sala de exposiciones, éste apreciaba las cualidades estéticas y no las utilitarias que normalmente sugieren.

Todas las aparentes excentricidades del grupo, lejos de ser un puro entretenimiento cínico, respondían a auténticas inquietudes para la renovación de los valores artísticos y un nuevo planteamiento de la estética tradicional partiendo de cero. Efectivamente, el dadaísmo supuso en primer lugar una revolución artística destructiva, iconoclasta y, hasta cierto punto, nihilista. Este nihilismo, unido al deliberado confusionismo de sus manifiestos, quería conseguir un efecto de provocación en el espectador y obtener de éste una reacción de duda frente sus propias convicciones.

Con el cubismo se había definido una nueva estructura formal. Pero el arte era aún una investigación cognoscitiva y las obras de arte eran aún "obras de museo". Hubo reformas en el ámbito de los procedimientos: se pasa de la representación de la quietud a la del movimiento; pero no se produjo ninguna revolución en la función del arte. Si el arte es producción de objetos, en la sociedad burguesa el objeto es una mercadería y la mercadería es riqueza, y la riqueza es autoridad y poder.

En el año 1913, F.Picabia lanzó la idea de un arte que no es más que un gesto, una actitud, un signo. Su finalidad es:

* Ironizar y desmitificar todos los valores de la cultura pasada, presente y futura.
* Hacer manifestaciones conscientemente desconcertantes y escandalizadoras.
* Demostrar, con su propia praxis, la imposibilidad de cualquier tipo de relación entre el arte y la sociedad: el auténtico arte será el antiarte.
* Al negar todo el sistema de valores, se niega a sí mismo como valor y también como función. Se limita así a la pura acción inmotivada, gratuita, desmitificadora.
* No quiere producir obras de arte sino producirse en intervenciones imprevisibles, insensatas y absurdas.

Las posiciones con relación a la Primera Guerra Mundial fueron dos, a grandes rasgos. La de aquellos que consideraban que la guerra era un paso en falso, una desviación de la línea racional de la historia y que, por lo tanto, era necesario volver al camino de la razón, por lo cual el arte podía contribuir (es la postura del constructivismo, de la arquitectura racional y del diseño); la de aquellos que consideraban la guerra como una consecuencia lógica de la evolución del capitalismo y, por lo tanto, propugnaban una negación de la historia pasada y preconizaban un retorno al punto cero (esta es la postura dadaísta).

Volviendo al punto cero, la actitud dadá se propone acciones de perturbación con la finalidad de poner en crisis el sistema, utilizaba contra la sociedad los mismos procedimientos que ésta utilizaba, usaba las cosas a las cuales la sociedad atribuía un valor con el valor contrario. Por ejemplo, cuando Duchamp pone bigotes a La Gioconda de Leonardo no quiere destruir una obra maestra sino contestar la veneración que la opinión común le atribuye pasivamente.

Con los ready-made de Duchamp (un objeto cualquiera presentado como si fuera una obra de arte) se da valor a una cosa que habitualmente no la tenía. Al sacar el objeto de su contexto habitual en el que realiza su función práctica, lo sitúa en una dimensión dentro de la cual, al no haber nada de utilitario, todo puede ser estético. Lo que determina el valor estético ya no es un procedimiento técnico, sino un acto mental, una actitud diferente frente la realidad. Recordemos que, para la Bauhaus, la calidad estética del objeto debe ser la forma de su función. La forma estética y la utilidad práctica son el resultado del mismo proceso. Se deduce una conclusión del planteamiento dadaísta: si cada individuo puede comportarse de manera artística siempre que rompa el círculo vicioso de las reglas sociales, ser artista ya no significa ejercer una cierta profesión que requiera cierta experiencia, sino ser o devenir libre.

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